despues de las compras (Guilia)

[Nos colamos, lo siento xD]

Después de haberme enrollado la sábana alrededor pude obsevar como aún quedaba algo de Vodka en la botella que descansaba sobre la mesilla de noche. Caminé hacia ella, agarré el nudo improvisado que había hecho con las puntas de la sabana y con la otra cogí la botella; no había que desperdiciar nada.
-¡Luke, levanta! -me agaché para tirar de su mano en un intento de despertarle. Ruido abajo, el coche entrando en el garaje...Ya habían llegado, genial. Suspiré, tirando aún de su mano. -¡Levántate! -susurré, dejándome caer sobre la cama, cubriéndome la cara con las manos. Ya me imaginaba la escenita; Darío y Giulia entrando en su dormitorio, descubriendo en él a un par de rubios en...bueno, en una situación comprometedora.

Me giré, quedando boca abajo; apoyé un codo sobre el colchón y mi cabeza sobre la palma de mi mano. Estiré el brazo que me quedaba libre y volví a coger la botella que segundos antes había estado sujetando yo.
-Mi prima, su novio y su hija...harán acto de presencia dentro de bastante poco. -Dije con total seriedad, seriedad que no duró mucho; el exceso de alcohol en vena no me permitió controlarme. Tal y como había temido, estallé en carcajadas. Dejé caer la cabeza, hundiéndola en el colchón para ahogar la risa floja. -Me van a echar de una patada en el culo por tu culpa.

Y de pronto sentí como una avalancha de ropa acababa sobre la cama. Me incorporé, girándome para encontrarme cara a cara con Giulia seguido, como siempre, de su amado Darío. Resoplé; aquello había sido tentar a la suerte, jugar con fuego y, como siempre pasaba, acabé quemándome. Suspiré mientras me vestía.
Me puse en pie para poder abrocharme el botón del pantalón vaquero. ¿Qué se supone que tendría que decir ahora? No me molestaba el hecho de que nos hubiese visto Darío, sino que hubiera sido Giulia. Me había abierto las puertas de su casa de par en par cuando llegué de sorpresa y yo no hacía otra cosa más que darle dolores de cabeza constantes.
Miré a Luke, esperando que terminara de vestirse pero, sintiéndolo mucho, aquellas cuatro paredes comenzaban a agobiarme de mala manera. Me agaché para recoger los zapatos del suelo y salí de la habitación sin mediar palabra alguna.
Entré en la que había sido mi habitación durante mi corta y turbulenta estancia y recogí las escasas pertencias que había traído conmigo aquel día. ¿No me quería fuera? Pues si había algo que sabía hacer a la perfección, era eso. Obedecer sin rechistar; era lo que tenía tantos años de práctica.
Bajé las escaleras de dos en dos, entre más rápido saliera de allí mejor. No estaba preparada para charlitas de ningún tipo. Abrí los cajones, buscando en ellos el pequeño llavero con las llaves del coche. Propaganda, facturas y...ahí estaban, junto a una fotografía de la nueva familia feliz. Sonreí en cuanto estuvieron en mi mano. Eché un último vistazo hacia las escaleras que conducían al segundo piso y salí, sorprendentemente, sin dar ningún portazo.