Sol, calor, verano y poesía {Ethan}

Una mañana como otra cualquiera estaba ya despierta mirando por al ventana del hotel. Una dulce sonrisa se dibujaba en mi rostro sereno como el mar aquella mañana. Por fin era libre después de haber sufrido tanto por culpa de él. De aquel hombre con el que había pasado los últimos años de mi vida y que había disfrutado haciéndome daño. Aún me quedaba alguna cicatriz de los golpes que él me había propinado y ese dolor en en mi corazón quebrado quedaría ahí para siempre, nada ni nadie podría hacerlo desaparecer. Me desperecé y decidí salir con mi libreta de tapas negras en la mano a despejarme un rato a la playa. Unas chanclas blanca y un vestido de seda a juego, una enorme sonrisa y ganas de olvidarle todo.
El sol brillaba con fuerza cuando mis pies tocaron la ya cálida arena de la mañana, caminé adentrándome en esta poniéndome cerca de la orilla y dejé el vestido y quedando en bikni.
Cogí la libre acariciando la tapa con delicadeza para sacar un bolígrafo de mi bolsa e intentar escribir algo sentada sobre la toalla tendida en la arena y con la mirada fija en la mar.

Hoy era uno de aquellos días que, una vez abrías los ojos, no podías dormirte de nuevo.
Ya era la segunda vez que me pasaba, aquí en Maine, seguro que el calor tenía algo que ver.
Al comprobar claramente que los demás dormían plácidamente en sus camas, y que no tenían intención de levantarse, decidí encaminarme hacía la playa para surfear un buen rato. Me fui andando, para llenar de brisa matutina mis pulmones. Una vez en la playa, me percaté de que no había practicamente nadie, salvo el dueño del chiringuito, que estaba recogiendo la mercancía que un camión le daba. Con la larga tabla de surf debajo de mi brazo, bien sujeta, me encaminé hacía la orilla de la playa donde, una vez en ella me adentré en el agua y esperé el momento adecuado para coger una ola. Me puse de pie encima de la tabla blanca con ondas azules eléctricas y negras, y mantuve el equilibrio un buen rato. Hacía como medio año que no surfeaba, pero aquello no hizo que mi práctica se perdiera así de repente.

Respiré profundamente mientras mordía el bolígrafo y miraba frustrada aquello que había podido escribir, nada, absolutamente nada, basura. Suspiré levemente negando con la cabeza y me decidí por arrugar la hoja y tirarla al mar para que la deshiciera, opción que acabé por descartar pero no porque yo quisiera, en realidad porque me acababa de distraer. Unos pies consiguieron tirar arena a mi toalla mientras se dirigían al agua. Fruncí un poco el ceño, incluso estaba dispuesta a quejarme un poco por aquello que acababa de ocurrir. Alcé la vista para mirar hacia el frente y aquel individuo ya estaba en el agua y subido sobre su tabla de surf. me coloqué una mano sobre la frente para ver mejor debido a que el son conseguía cegarme y no hacerme vislumbrar con facilidad. Sostuve con la otra mano mi libreta negra con fuerza e intenté descifrar de quien se trataba.
Una sonrisa alocada y divertida se cruzó en mis labios al comprobar que aquel personaje no me era del todo desconocido. Ethan. Me encogí de hombros con una sonrisa mientras le observaba surfear con una mirada un tanto dulce, como siempre.

El cien por cien de mi mente, estaba concentrada en tan solo la tabla, la ola y de no perder el equilibrio. La tabla se dejaba llevar por encima del agua. En un instante, me sentí algo observado. Alcé por un instante la vista y pude ver como, una rubía -la cual me sonaba y mucho- me estaba mirando y sonriendo a la vez. Me era francamente conocida, si.. sin duda era Allison. Piernas largas dignas de un 10, ojos azules, melena larga y ondulada; vamos una rubia con un cuerpo de infarto.. Alcé la mano para mostrarle con ella un gesto de saludo.

Recogí mi melena ondulada y rubia en una coleta para poder ver mejor las hojas sin hacerme sombra con el pelo y así seguir mi tarea de escribir algo interesante ya que quizás hacía meses que no escribía nada que valiese la pena. Sonreí de lado unos segundos y mi vista se alzó para mirar al joven Ethan que surfeaba a la perfección sobre las olas rebeldes. Le volví a sonreír cuando vi su saludo y alcé un poco la voz para saludarle yo también.
- ¡Buenos días! - le grité llena de energía, vitalidad y dulzura como siempre, yo era, en realidad, una de las personas más enérgicas y vivaces que había visto por allí, nadie se levantaba tan temprano como yo ni intentaba aprovechar al máximo los días de sol, la gente esperaba a la noche, como los murciélagos.

El sonido de las olas romper contra la tabla y de las gaviotas volar por encima de la playa, eran los característicos cuando se surfeaba. Otro sonido, o más bien, una voz se mezcló ante los sonidos anteriormente nombrados; era la voz de Allison que me acaba de dar los buenos días.
Ahora que había visto a Allison y estaba en la playa, no iba a pasar de ella. Con una ultima ola llegué hasta la orilla, para acercarme a entablar una conversación con aquella rubía tan interesante. Arrastré la tabla por la arena, hasta llegar a donde estaba sentada ella, justo en una toalla y a pocos metros de la orilla. Una vez en frente suyo, pude fijarme que sostenía una libreta con una tapa negra y un boli.

- Que madrugadora estás echa - Comenté con una sonrisa en mi cara, mientras dejaba tirada la enorme tabla en la arena.

Me encantaba sentir el calor en mi cara, me encantaba, simplemente. Poder sentir como él sol coloreaba mis mejillas con tanta facilidad era fascinante, me hacía sentir bien, relajarme y dejar de pensar en lo demás olvidarme del pasado de él porque de estar yo allí, me hacía sentir viva, una nueva Allison, nueva, sonriente, feliz. Los pasos del joven me alertaron haciendo que levantara la vista hacia él que ahora se acercaba a mi. Le sonreí de lado con cierta dulzura y cerré mi libreta - o mi tesoro, como quieras llamarla - y la puse encima de mi vestido blanco que yacía sobre la arena. Le sonreí de lado haciéndome hacia un lado en la toalla para que él pudiera sentarse allí también conmigo.
- Me gusta disfrutar del día, del sol, de las parejas paseando, de los pájaros, de las familias disfrutando de un helado en la playa del pueblo, esas cosas que suelen pasar cuando el sol brilla - le dije ante su comentario con simpleza y una sonrisa dulce que hacía que se me achinaran los ojos de una forma casi adorable.
Miré entonces a Ethan, en realidad sonaba raro contarle esas cosas a él, ya que, nuestra relación había sido más de noche que de día, envuelta en sabanas y algo del alcohol, en resumen, sexo.

El calor extremo de Maine resultaba ser bochornoso. Un cálido viento temporal me sacudió el cabello. A veces, se agradecía, ya que prefería mil veces el calor que el frío. Acepté su invitación de sentarme con ella en su toalla, mostrándole así una sonrisa de gratitud.
Escuché atentamente sus palabras, era una chica muy dulce y se le notaba por las múltiples sonrisas que me mostraba y su forma de hablar.

- Y por lo que veo, también te gusta escribir - añadí, atisbandome por un momento en la libreta de tapas negras, que ahora reposaba encima de su vestido blanco. Allison llevaba un bonito bikini, dejando ver a los demás su espectacular cuerpo, digno de un diez. Los rayos del sol incidían en la arena, calentándola cada vez más, a medida que pasaban los minutos y las horas. Cogí un poco de arena con la mano izquierda, y la dejé de nuevo, al notar que estaba bastante caliente, pese a ser tan temprano.

La verdad es que el calor conseguía abrasarme y eso era malo y bueno a la vez. Esperaba coger algo de color pronto pues por allí la gente solía estar bastante morena y yo seguía luciendo ese blanco tan mío. Suspiré levemente mientras negaba con la cabeza para luego mirar de nuevo a Ethan que me hablaba. Le sonreí de lado unos segundos mientras expulsaba arena que había caído dentro de la toalla y el joven se sentaba. Me eché un poco hacia un lado buscando aunque fuese algo de sombra.

- Amo la literatura, pero, concretamente me apasiona la poesía - dije con una sonrisa dulce mientras me encogía de hombros un tanto emocionada, la poesía era aquello que movía los hilos de mi vida, la amaba por encima de cualquier cosa y quizás nunca llegué a amar nada como la amaba a ella. En realidad no había nada más importante para mi que el poder escribir un bonito verso, aunque, en realidad, hacía días que no me salía nada decente.
Entonces, reparé en el joven, atractivo como ninguno y es que parecía que por aquel pueblo abundaban los chicos guapos, ahora, ahora que lo miraba bien entendía el porque de acostarme con él.

- Vaya - mostré cierto punto de interés hacía aquello que decía. La literatura era la tercera asignatura que mejor se me daba cuando estudiaba, siempre sacaba mis seis o sietes. La verdad es qué podría haber sacado mejores notas desde entonces pero.. yo hacía lo justo e imprescindible.
- Me gustaría leer lo que has escrito.. - dirigí una mirada hacía la libreta, y luego hacía ella. - ..Si me das permiso, claro - dije con la voz más comprensiva y dulce de todas las voces. Quizás aquello era algo privado para ella, donde plasmaba sus sentimientos en lo que escribía y no quería que nadie lo leyera. Si fuera así, no tenía porqué forzarla a que me dejara leerlo, al fin y al cabo tampoco nos conocíamos mucho, aunque yo quería conocerla más sin duda.