Entretenido [Libre]

Me encontraba de pie al lado del billar observando la mesa, analizando la jugada. Empezó a hacer calor así que me quité la chaqueta de cuero y la dejé encima del solitario sofá que había al lado. Me rasqué la cabeza, no estaba muy seguro de qué iba a hacer aunque la verdad, hiciera lo que hiciera, iba a ganar puesto que jugaba solo. No lo pensé más y me agaché colocándome en posición de tiro. Apunté hacia la bola amarilla, esperé unos segundos y tiré con fuerza. Rebotó con la pared y se inclinó 115º lo que la desvió haciendo que viniera hacia mí, sin conseguir meterla. Resoplé. Agarré el palo y me senté en el sofá, eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Hoy no tenía suerte.

El caluroso día de verano me abrazaba de una forma casi imperceptible. Llevaba puestos unos shorts tejanos que dejaban así al aire mis piernas ahora un tanto morenas por el sol del lugar y una blusa de tirantes blanca que contrastaba a la perfección con el bronceado de mi piel. En realidad ya no sabía que hacer. Llevaba como media hora dando vueltas como una tonta sin entender muy bien que hacía yo allí, había huido, sí, huido de todo y ahora me encontraba perdida por aquel pequeño pueblo donde todo el mundo se conocía menos yo, que era nueva. Suspiré caminando aún por aquellas calles hasta que delante de mi se dejó ver un bonito letrero en el cual se dibujaba la palabra "Biltmore" sonreí de lado encogiéndome de hombros y me dirigí al interior de aquel bar haciendo que los también blancos zapatos de tacón en realidad mal elegidos para aquel día se adentraran en el bar repiqueteando un poco y llamado la atención de los presentes haciendo chirriar la puerta de entrada.

No tan absorto en mis pensamientos, escuché chirriar la puerta, e instintivamente abrí los ojos y miré de donde provenía. Vi a una chica alta, rubia, largas piernas con un bronceado bastante bonito...y bastante guapa por cierto. La verdad nunca la había visto y estaba ¿sola? ¿En un sitio como este? Turista, lo más seguro. Y no de las habituales. Si lo fuera sabría que es peligroso estar sola por este bar...Me quedé allí plantado en el sofá, observándola y 'vigilando' por así decirlo que no la pasara nada.

El cabello largo rubio y ondulado bajaba por mi espalda formando una cascada bastante bonita y sugerente. Mis pasos decididos se perdieron dentro del bar intentando refugiarme o por lo menos algo parecido. Eché un vistazo al lugar, no estaba mal. Me encogí de hombros mientras sentía alguna que otra mirada a mis espaldas y me acerqué a la mesa de billar. Siempre me había gustado el juego aunque en realidad siempre había sido bastante mala para todo aquello. Sonreí de lado levemente y me quité la chaqueta blanca soltándola en algún perchero o por lo menos a eso se parecía mientras tocaba una de las bolas levemente con una sonrisa dulce que se dibujaba en mi rostro a la perfección. Una mirada penetrante me hizo levantar la vista levemente para encontrarme con un joven, bastante atractivo, para que mentir que me observaba como si fuera casi miembro del FBI parecía estar incluso vigilando mis movimientos ¿O protegiéndolos? Fruncí un poco el ceño dibujando una débil pero amigable y encantadora sonrisa en mi rostro hacía él aún parada al lado de la mesa de billar y con un dedo acariciando una de las bolas.

La vi acercarse a la mesa de billar que tenía justamente enfrente, meneandose ¿despampanantemente? No sabría muy bien como decirlo. Sonreí levemente como cortesía, si una mujer te sonreía, debías devolverla. -Esa mesa está gafada, no se mete ni una...y hasta me atrevería a decir que tiene una pata rota- Dije, mientras observaba la bola que ella sujetaba con delicadeza.

Le eché un vistazo a la bola y luego volví a levar la vista hacia el chico que hablaba. Le sonreí con delicadeza y dulzura y acabé por encogerme de hombros al escucharle. La verdad es que poco importaba aquello, yo no la metería ni en la mejor mesa del mundo, la verdad es que escribir poesía sí era lo mío, pero ¿Jugar al Billar? No, de eso nada.
- No te preocupes por eso - le dijo con la simpleza de una sonrisa dada en el momento correcto - La verdad es que, ni aunque no lo estuviera yo no sería capaz de meter ni una, siempre he sido bastante mala para estas cosas - acabé por decir con ese aire a dulzura que desprendía todo mi ser. Le eché un vistazo a la bola soltándola con delicadeza y me acerqué a él tranquilamente mientras esa sonrisa tan típica de mi no desaparecía en ningún momento de mi rostro.