Giannarelli · [libre]

Apagué los restos del cigarrillo antes de abrir la puertecita de la pequeña cafetería de la esquina. Había llamado a casa antes de volver y al sonar el contestador intuí que podría encontrarla aquí. Si en algo nos parecíamos la pequeña Giannarelli y yo era en nuestra pequeña adicción al café recién hecho por la mañana.
Observé con detenimiento a la gente que se encontraba en el interior, divisando en la pequeña mesita del fondo a quien estaba buscando. Negué con la cabeza mientras me acercaba a ella y me sentaba en la silla que quedaba libre.
-Buon giorno, cara.

Apoyé los codos sobre la mesa y mi cara sobre las palmas de mis manos. Cerré los ojos antes de apoyar la cabeza sobre la mesa.
-Estoy muerta de sueño. -Levanté la cabeza y olisqueé mi camiseta. -Y apesto a tabaco. Necesito una buena ducha.

Asentí enc uanto escuché la palabra café salir de entre sus labios. ¿Quién podía decir que no ante una proposción como esa? El café para mi era como el sexo, imprescindible. Una relación sin sexo no era nada, igual que un despertar sin café para mi.
-Bien cargado, porfavor.

Agradecí mentalmente no haber vuelto a casa esa noche. Yo y los niños no estábamos hechos para convivir. Llantos, noches en vela...¿qué había hecho yo para merecer semejante tortura? Aún no lograba entender qué coño había visto Giulia en aquel idiota para dejar todo atrás y centrarse en él y en una niña que no era suya.

-Pues vaya...-encogí los hombros justo antes de que el camarero dejara los dos cafés sobre la mesa. Agarré la pequeña tacita con ambas manos y di un buen sorbo. -Ha sido una noche movidita...

-Pues estuve dando una vuelta con el coche, me fui a la playa, me invitaron a un par de copas y cuando me quise dar cuenta, me estaba despertando en la playa. -Alcé uno de mis pies para que viera los restos de arena entre mis dedos. Había intentado sacudirme un poco antes de regresarme pero...definitivamente el intento fue en vano.

-Que tú hayas decidio convertirte en una vieja antes de tiempo no significa que los demás tengamos que hacer lo mismo, Giulia. -encogí los hombros, dándole otro sorbo al café.

Quizás aquello sonó más brusco de lo que prentedí desde un primer momento pero, no era más que la verdad y, como bien se decía, la verdad dolía, sí. Encogí los hombros en un triste intento de pedir disculpas.
-Lo siento..